Los brotes tiernos y las hojas representan nuestras ideas, pensamientos, son la primera manifestación de la planta a partir de la semilla, es el nacimiento, el origen de la vida y correlativamente en nosotros, nuestros proyectos y también nuestras creencias.
En general las hojas y las plantas rastreras son las que curan, aclaran nuestra mente, nos quitan ese eterno diálogo interior, esa voz que en nuestra cabeza que nos juzga y nos hace perder energía. La mente no es para pensar, es para que al permanecer silenciosa acumulemos energía. Tiene una directa vinculación con el estómago, más sucio está este órgano más enfermante e imparable resulta el diálogo interno. Una mente quieta y silenciosa además de acumular energía, nuestro tesoro más preciado, nos brinda una sensación de paz y vitalidad increíble, allí nos damos cuenta que el famoso “estrés” no viene de las actividades externas sino del interminable, y por momentos destructivo, diálogo interno.
La yerba del pollo, la cepacaballo, la nencia, son algunas de las plantas que nos van eliminando ese diálogo, a la vez que limpian nuestro aparato digestivo y comenzamos el camino de la curación aborigen.
Cuando el estómago está más limpio, asimilamos mejor los nutrientes, nos sentimos más livianos, es el momento de conocernos profundamente, de llegar al inconsciente, a la sombra… allí no solo está lo que nos gusta de nosotros, allí también podemos encontrar lo mejor de nosotros.La carqueja es la planta que nos sumerge allí, tomamos carqueja para conocernos profundamente y también para limpiar nuestro hígado y vesícula, esos órganos que son el filtro de nuestras vivencias, no solo digieren grasas sino también emociones y acumulan rencores y odios.
Con el hígado, vesícula y estómago limpios la mente se aclara, vemos la vida con otros ojos. Luego se toman antiparasitarios, plantas que no solo matan esos huéspedes que nos alteran el sistema nervioso, sino que además van despojándonos de creencias. Las creencias son deseos, ideas auto limitantes que sirven en un momento para una situación en particular, pero luego se vuelven una pesada carga, nos exigen un modo de pensar, actuar y comportarnos,consumen nuestra energía al igual que los parásitos.
Además a esas ideas le depositamos toda nuestra fe, nuestro poder según los aborígenes, y así vamos perdiendo poder personal, el poder de autocuración, el poder para cambiar lo que no nos gusta, los hábitos dañinos, el poder de sentirse pleno, libre, feliz, presente en mi cuerpo, en mi cotidianidad, el poder de enfrentar los miedos, el poder para ser yo mismo.
El suico,altamisa, aguaribay y paico son las plantas más usadas para los parásitos. Cabe destacar aquí que las plantas calientan o enfrían el cuerpo, así es que quien sufra de calores y sus síntomas se vean agravados en verano deberán tomar plantas frías, en este último caso el paico y la altamisa. En tanto quienes sufran el frío y sus síntomas se agraven en invierno elegirán preferentemente el suico y aguaribay.
Retomemos nuestro camino. Después de tres meses, increíblemente movidos, más limpios y serenos, mucho en nosotros habrá cambiado, y es hora de hacer un paréntesis, derefrescar la mente, recapitular lo sucedido con esta incursión distinta en el mundo de las plantas. La peperina, el té de burro, la menta criolla y el cedrón, se pueden utilizar para este fin. Se trata de plantas aromáticas (ricas en aceites esenciales) que empiezan a sanar nuestras emociones, nos llevan a un sentir claramente diferenciando lo real de lo imaginario, sentir miedo o angustia cuando hay un motivo real no cuando la mente me lo hace creer .
Por ejemplo, una cosa es sentir miedo y angustia cuando pierdo el trabajo y otra muy distinta es vivir siempre con miedo a perderlo. Las aromáticas nos hacen sentir bien, nos impregnan de ese dulzor característico de sus flores. Justamente, las flores son la mayor sutilidad de la planta. Su aroma impregna nuestro querido mundo, ¿qué sería de esta tierra sin flores, sus aromas y colores?
La flor representa en el hombre la emotividad, los sentimientos, tomar una infusión de flores nos eleva a nuestros más hermosos y altruistas sentires. La flor de aromito, la flor de palo amarillo, de pasionaria, todas ellas y muchas otras de nuestras sierras equilibran muy rápidamente nuestras emociones.
Las plantas tienen tres fuerzas de crecimiento, la contracción, la torsión y la expansión; tres movimientos que se asemejan a nuestro crecimiento, cuando crecemos física, emocional y espiritualmente, podemos experimentar miedo (contracción), angustia “nos retorcemos” (torsión) y/o ansiedad (expansión).
Algunas plantas desarrollan mas un movimiento o fuerza que otro, así por ejemplo el palo amarillo y la pasionaria se expanden, tienen un crecimiento notable, son las plantas que mejor equilibran nuestras ansiedades, nuestra tendencia expansiva. La carqueja y el manzano de campo, tienen un crecimiento con un movimiento de torsión, nos enseñan a transitar esa torsión. Por último algunas plantas se contraen, se cierran sobre sí mismas como la sanguinaria o la oenothera, ellas nos ayudan con nuestros miedos.
Como vemos, una profunda observación de las plantas nos puede revelar mucho acerca de este mundo en que vivimos, donde todo existe correlacionado e interdependiente.
Los frutos representan la maduración de la planta, el objetivo logrado, el alimento, la nutrición, nosotros los comemos o consumimos en decocción para nutrir nuestro cuerpo, volvernos más fuertes, obtener glucosa que transformaremos en energía. En las sierras los frutos son pequeños pero muy nutritivos como el de mistol, muy rico en hierro y tónico inmunológico, el fruto de la tuna, excelente antirreumático, depurativo y refrescante, el de la tala, para los empachos ayuda a asimilar nutrientes, el fruto del molle, diurético y refrescante, los comechigones hacían “chicha” con su fruto maduro y lo bebían en fiestas y contra la insolación. También hacían chicha de algarroba y lo molían para luego hacer el famoso “patay”, alimento muy nutritivo y rico, parecido al chocolate.. además se usa para curar enfermedades venéreas y eliminar arenillas del riñón.
Cuando los frutos caen al suelo, se pudren, transforman la tierra, la vuelven más rica en nutrientes, es la época de la canícula, fines del verano, época de lluvias y humedad en las sierras. Eso favorece aún más la transformación, los árboles desprenden sus hojas y corteza. El otoño es una especie de muerte para las plantas, todo el crecimiento experimentado en el año ensancha el tallo, sin embargo algunas plantas desprenden la corteza, se despojan de toda esa experiencia acumulada.
Llegamos así, tomando las hierbas, a un punto en que debemos abandonar nuestro ego (la mente, el cuerpo, las emociones), ya estamos más íntegros, tal vez estemos más amorosos, incluso con nosotros mismos, pero hay que desprender la corteza, hay que lograr la transformación de la tierra en espíritu.
Tomando entonces “chañar”, su corteza que se recolecta en otoño, aprendemos, vivenciamos”dejar de ser yo para empezar a ser nosotros”, una auténtica transformación espiritual alejada de dogmatismos, una auténtica modificación en nuestra conciencia. La vivencia es tan significativa que nos hace sentir de nuevo en casa.
Y después ¿qué? Llega el invierno, la planta desciende su savia, la vida, a las raíces, se aletarga en lo que representa el sueño, la introspección, el recogimiento interior que ilumina, una auténtica meditación para dar semillas de las cuales en la primavera surgirán nuevas plantas, esta vez, más sanas, más íntegras.
La raíz de zarzaparrilla, la raíz de “patito”, charrua o milhombres, nos llevan a tener sueños lúcidos que pueden darnos soluciones a viejos y nuevos conflictos, habremos descorrido el velo que nos separaba de nosotros mismos.
Todo un año, todo un ciclo solar, no solo cumplimos un año más de vida, lo habremos vivido, nos sentiremos transformados y más sanos con las plantas. Allí no termina, allí empieza la vida, la verdadera vivencia de vivir en un mundo hermoso si es que nosotros estamos dispuestos a descubrirlo, sin negar la sombra, la misma que brindan las plantas y tanto agradecemos cada día caluroso.
Y si cuento esta forma de tomar las hierbas enseñada por los comechigones es para que quienes se sientan atraídos por esta auténtica medicina tradicional primitiva, quienes ya hayan leído hasta aquí, prueben las plantas de este modo, porque sino será solo un conocimiento más para agregar a nuestra atiborrada mente.
La transformación espiritual es el punto más trascendente, la mayor inflexión en nuestras vidas. Invito al lector a vivenciar como enseñaban nuestros antepasados camiares (hombres de la montaña). No se terminan los conflictos pero sabremos acceder a lo más sabio de nosotros mismos para resolverlos, no se acaba el individualismo pero puede ser también pluralista y olvidarme de mí para pensar en nosotros.
No es que dejemos de pensar las cosas ni de tener deseos pero cuando no necesitamos la mente no la usamos y estamos en paz, y dejamos de creer que del otro lado de la cerca el pasto crece más verde que aquí donde yo estoy.